sábado, 21 de junio de 2008

Sexo, Nueva York, y Manolo Blahnik.

Ayer quedé con unos amigos para comer, hablar un poco de lo divino y de lo humano, beber, e ir al cine a ver la película de Sexo en Nueva York.
La situación en la que nos encontramos es parecida a la de mis chicas de Manhattan, sólo que en nuestro caso mi caballerosidad innata -y la inexistencia- me impide hablar de nuestra vida sexual.
Después de disfrutar de una comida en una terraza en pleno casco histórico, rodeados de flores, una fuente y bajo un limonero, nos fuimos al cine a ver cómo evolucionaba la vida de estas mujeres que nos han enamorado un poco a todos.
Lo cierto es que Sexo en Nueva York sí nos ha dejado cierto poso, incluso a los que no somos mujeres, y nos ha ayudado a reconocer ciertos fantasmas de los que nos podemos llegar a reír a partir de los ácidos comentarios de Miranda, de la desenfrenada -y por qué no decirlo, envidiable- vida sexual se Samantha, o de la perfecta vida de lujo en su piso de Park Avenue de Charlotte. Y sobre todo, de los inteligentes análisis que Carrie nos ofrece cuando está delante del portátil, tras esa ventana de Perry Street, entre Bleecker y la 4ª Oeste.
Además nos han descubierto un mundo de estilo y saber estar que no está al alcance de muchos, pero del que todos disfrutamos al verlas en la panatalla. Tanto, que hace un rato me descubrí con estupor mirando la web de Manolo Blahnik pensando lo injusto que es que no haga zapatos para hombres.

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