lunes, 23 de junio de 2008

Cool-hunters, singles, glamurosos y otros imbéciles.

Antes hablar correctamente denotaba distinción y saber estar, y en televisión salían algunos insignes personajes que hacían del lenguaje arte y oficio con una dignidad que haría palidecer a algunos ministros (y ministras) actuales.
Me meto en el campo de la televisión porque es innegable que su influencia va mucho más allá de donde pueden llegar las novelas de, pongamos por caso, Javier Marías. Y porque desde hace unos años se está dando una situación que empeora a medida que avanza el tiempo, con programas "del corazón" presentados por periodistas de muy dudosa profesionalidad, que a su vez entrevistan a patéticos seres cuyos únicos méritos son haberse acostado con el torero de turno o con la ex del torero, o, si me apuran, hasta con el hermano del tío del concuñado de la ex del torero -puede sustituirse perfectamente torero por futbolista, cantante o miembro y miembra del Operación Triunfo del año en cuestión-.
El caso es que no me importaría si no fuera por la nefasta influencia que deja toda esta caterva de analfabetos funcionales en la forma de hablar de la gente normal del día a día. Ahora uno va por la calle y escucha hablar a las niñas como si fueran ahijadas de Belén Esteban, ese ejemplo de lo que se ha denominado glamour de la calle; oye como una presentadora dice "nosotros que somos singles" para decir solteros, pero, hija mía, con esas aptitudes naturales que Dios te dio no me extraña; y ve como alguno se cataloga con total impudicia de "cool-hunter" para decir que va la última porque lleva sombrero borsalino, pajarita y la camisa por fuera de los pantalones y no se le cae la cara de vergüenza.
Nos estamos volviendo un país de gentuza en lo que se refiere al aparato lingüístico, que como cualquier otra cosa en esta vida es determinante a la hora de juzgar las buenas maneras del personal. Que a mí me pise una niñata y luego me diga "uy, sorry" me daría igual en Londres o en Nueva York, pero que lo haga en Santiago, Madrid o Barcelona me parece ya el colmo de la estulticia. Sobre todo sabiendo que esa niña tan educada, cool-hunter, single y stylish como ninguna, lo daría todo por tener un tête à tête con Jesulín y salir después en un programa de Jaime Cantizano a largar por esa boquita de piñón, con todo detalle, cómo el matador le clavó el estoque hasta cortarle las dos orejas. Y cuando Mariñas, o el supuesto periodista que tenga al lado le increpe ciertas actitudes descocadas, o haga mención a su moral distraída -con otros términos, por supuesto, para que la nena lo entienda- la chica montará en cólera diciendo que ella no ha ido a ese programa para que la insulten y le llamen lo que no está en las Escrituras.
Que no va a entrar en detalles diciendo cómo tiene o no tiene el capote el Jesulín de turno, porque ella es una señorita bien educada y eso no es galmuroso. Hasta ahí podríamos llegar.

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