domingo, 10 de mayo de 2009

De países y gentes extrañas.

El turismo es uno de los males necesarios sin los que algunas ciudades caerían en la desolación y el olvido. Sin embargo, tiene una parte negativa que es la invasión de zonas que uno creía a salvo de la vorágine de alemanes (ingleses, japoneses, franceses) con sandalias y calcetines.
Un servidor cuando viaja a un sitio no se considera "turista", porque el turista es una clase deleznable dentro del reino animal, que deja el cerebro en su casa al lado de las buenas maneras y la vergüenza. Nunca se me ocurriría entrar en el Panteón de París a presentarle mis respetos a Voltaire vestido con unas bermudas; tampoco se me pasaría por la cabeza rezarle al Cristo de Cimabue de Santa Croce en Florencia haciéndole una foto con flash entre oración y oración; y mucho menos, y esto me disgusta sobremanera, se me ocurriría utilizar Hyde Park como un urinario público.
Cosas todas estas que he visto por verme obligado a vivir en una ciudad "turística" que el año que viene se va a poner francamente insoportable.
Porque en este país no sólo no evitamos que estas cosas ocurran, sino que las fomentamos. Spain is different y ancha es Castilla (wide is Castille para mis amigos), así que aquí lo hacemos todo a lo bruto. Por una parte los organismos oficiales y las oficinas de turismo nos venden como una especie de parque temático donde todo es posible.
El amigo Jeffrey Simmons puede venir con la parienta y comerse un cochinillo en Casa Cándido para luego irse a un tablao flamenco y acabar vomitando la sangría en la portada de la catedral. Y todo esto sin salir de Segovia, porque la globalización es lo que tiene, que exporta las sevillanas que da gusto verla.
De la misma manera Joe Smith puede visitar con sus colegas la catedral de Palma, poner cara de "en Cincinatti tenemos cosas mucho más altas" y después irse a comer una paella y a trasegar sangría como un cosaco, para después encontrarse con algún compatriota rival con el que liarse a puñetazos.
Son tópicos terribles y bastante demagógicos, pero lo cierto es que al fomentar únicamente el turismo de sol y playa, de venga ud. a comer todo lo que pueda y échese una "siesta" genera unas reacciones extremas. Ahí están, por ejemplo, los hosteleros que hartos de aguantar "guiris" borrachos todo el día acaban por ser maleducados hasta con el ciudadano que va todos los días a tomar el café.
En definitiva, el turismo es una plaga que gracias a las compañías de bajo coste se extiende como un cáncer por todo el mundo, y acabaremos como en el chiste en el que un grupo de turistas iban con un guía y un sherpa por el Himalaya y llegan a una grieta profundísima. Un turista se asoma y dice "esto es como la boca del infierno" y responde desesperado el guía "¡Dios santo, esta gente ha estado en todas partes!"