domingo, 31 de agosto de 2008

Esta infame clase política.

Ya he dicho alguna vez que los políticos de hoy en día no están a la altura de los de antes. Una Transición como la del 75 sería impensable con el ganado que hoy campa a sus anchas por el Congreso de los Diputados, una Constitución firmada por Zapatero, Rajoy y Llamazares podría ser lo más caótico, y ya más de cerca, las comunidades autónomas -que ya se merece capítulo aparte- en manos de Rovira, Quintana e Ibarretxe sería algo impensable.
El caso es que el panorama político cada día nos ofrece novedades para aquellos que contemplamos a nuestros dirigientes de forma harto descreída. Primero porque lo del talante -bueno o malo- ejercido sin control y pretendiendo dar la razón a todo el mundo es algo que no se sostiene por mucho que a ZP le duela. Segundo, porque esa reticencia a ejercer un poder con el que ha sido investido según la votación de la mayoría de los ciudadanos acarrea más problemas de los que podría suponerse; alguien dijo que es peor la indecisión que una mala decisión.
Todo esto viene a colación a raíz del funeral de Estado por las víctimas del accidente aéreo y por la liberación de Arnaldo Otegui. Me explico.
Lo del funeral de Estado me parece ridículo. Las víctimas del accidente de Barajas no perdieron su vida defendiendo a su país en una guerra o en el ejercicio de una labor pública reseñable que justifique tamaña afrenta. Porque a mi entender, un funeral de Estado es aquel en el que políticos de toda ralea acuden a hacer leña del árbol caído, con presunta cara de duelo bien fingida para salir en la foto, si hay suerte, al lado de unos llorosos Juan Carlos y Sofía. En cualquier caso, y aunque esto suene duro, no hay diferencia entre el albañil que se cae del andamio y se mata y las víctimas del JKK5022; la única diferencia sustancial es que para merecer el reconocimiento del estado deberían caerse 153 albañiles del mismo andamio, lo cual sería mucha casualidad.
Lo de Otegui, bueno, qué quieren que les diga. En el fondo me hace gracia ver que hay gente más cínica que un servidor. Otegui sale de la cárcel y muy preocupado -con una carrera de Derecho terminada bajo el brazo- dice que el diálogo es fundamental para acabar con el conflicto vasco, que sólo puede solucionarse con la comprensión mutua del gobierno y ETA. Ahí es cuando pienso que verdes las ha segado Zapatero con su diálogo esperanzador, líder de los dialogantes del mundo mundial. A todo esto, ponen unas imágenes de Otegui leyendo un manifiesto al lado de unos encapuchados quemando una bandera de España...
La cosa no habría ido a más si el que le responde no fuese el infalible Pepe Blanco, diciéndole que el gobierno no iba a parlamentar con terroristas porque todas las puertas se habían cerrado. A mi entender, Pepe Blanco no forma parte del gobierno. Es vicesecretario general del PSOE y así aparece rotulado en sus intervenciones televisivas, pero al margen de su puesto como diputado no ocupa ningún cargo en el equipo gubernamental de ZP: no es ministro, no es director general de nada, y aún así se proclama portavoz del gobierno.
Así las cosas, uno acaba echando de menos un Azaña, un Cánovas o un Canalejas, es decir, políticos de vocación y no simples funcionarios, que es lo que hay ahora. Y yo, que soy descreído respecto a este país tanto como respecto a la superioridad moral y ética de la Santa Iglesia de Roma, estoy convencido de que eran igual de corruptos, ladrones y sinvergüenzas como los de ahora, pero por lo menos sabían escribir. Algo que les queda muy lejos a los miembros y miembras de este circo político que es España.

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