martes, 21 de octubre de 2008

Esos golfos...

El mal gusto me parece deleznable, pero también la sinvergonzonería y la desfachatez. Hace algún tiempo me enteraba de un caso bastante habitual en este ingrato país, donde el que es el más malnacido se encarga de medrar a costa de los necesitados.
Uno de estos pájaros comunes en nuestra fauna tenía que dar un curso y por ello cobraba 50 euros a la hora, en concepto de material y mano de obra, por así decirlo. El listo contrató a una subalterna para que fuera a dar las clases por él, pagándole 10 euros la hora, con lo cual se ahorraba tener que asistir y el material, que no eran más que unas míseras fotocopias.
Yo hablaba con una de las personas que acudían al curso y estaban al tanto de la situación, cosa que no sucedía con la chica que daba las clases, porque pensaba que se lo encargaban directamente a ella. Preguntaba, inocente que soy, si nadie le dijo nada y la puso al corriente, y la respuesta fue antológica: "y ella estaba encantada, que así todavía cobraba algo".
Excusa soez, sin duda, que podrían aducir aquellos que en el siglo XIX llenaban sus plantaciones de Carolina del Sur con esclavos negros; lo mismo los portugueses cuando en el XVIII cargaban galeones de pacíficos negritos que así, conocían a Dios y eran trasladados al mundo civilizado. Y lo mismo podrían alegar lo que durante unos meses acogen a un niño peruano, saharaui o de Ruanda para luego mandarlo de nuevo a su particular infierno, consciente de que hay un mundo mejor.
La verdad es que esa gente no se merece mi respeto. No son dignos de ser considerados personas, sino simples explotadores donde tanta culpa tiene el que contrata a la chica como la sociedad que lo consiente. Me decían que todavía tengo mucho que aprender, y que si voy de Don Quijote por la vida me voy a dar con muchos molinos.
Pero creo que mi deber es no ser tan cínico, al menos de momento. Y qué demonios, aunque parezcan tener más brazos que el gigante Briareo, hay molinos que acaban cayendo. Y en eso sí creo.

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